LA TEJERÍA DEL CAMPILLO

LA TEJERA Y LA TEJERÍA DE MESONES


Puerta de acceso a uno de los hornos de la Tejería


Aunque sea esta una actividad (la de fabricación de tejas y ladrillos, que era la propia de las “tejeras” o tejerías) que haya podido existir en Mesones (como en muchos otros sitios) desde tiempos inmemoriales, de momento aquí solo podemos decir esto:


El título va en singular porque ya no conocemos más. Este es el nombre que se le dio a estos dos “establecimientos” o “industrias” de Mesones, de esta actividad, en un pasado. Además de por el nombre de dos parajes del pueblo (la Tejera y la Tejería -también llamada por aquí, el Tejar-), sabemos de esta actividad por los restos que todavía quedan de unas instalaciones en el Campillo, debajo de las peñas de Juan Gil, junto a la carretera. A este lugar se le llama la Tejería o el Tejar (así sale también en los mapas). 





Sin embargo, de las instalaciones de la Tejera (como también aparece así en los mapas), no queda ni rastro. No se sabe dónde estaba. Solo queda, como he dicho, el nombre deparaje, el que se encuentra, más o menos, entre las piscinas y Valles; que comprende, como muchos parajes de Mesones, parte de secano (el monte, como se dice aquí) y parte de regadío. Por lo que no sabemos si pudo estar esta “tejera” en el uno o en el otro. En el secano tendría la arcilla, y en la acequia el agua.  


Lo más probable es que se encontrara junto a la cantera de arcilla, la que ya vimos en la Calera, la que tenía dos hornos para hacer cal (como vimos también, ya, el nombre de un paraje, entre la Tejera y Valles; sería esta Calera, pues, como un “subparaje” de la Tejera o de Valles, al estar en medio de estos otros dos parajes de Mesones). Al estar en el monte, junto a la cantera, esta “tejera” tendría más cerca el material y la leña (por aquí, romero). Para el agua, ya habrían hecho alguna balsa que se llenara cuando lloviera, recogiéndola de toda esa zona. Y hasta pudo usar los dos hornos de la calera. Pero vamos, de ésta, como he dicho, no sabemos, más que del nombre. Igual los “viejos”, como dice Fernando, saben algo más.





De la otra “tejera” (en Mesones significa también tejería o tejar, aunque en el diccionario signifique sólo la que hace tejas -o la mujer del tejero, vamos-), la Tejería o el Tejar, como ya he dicho, aún se ven las instalaciones que tuvo, aunque esté ya todo en ruinas. Como muchas otras cosas de Mesones, dentro de poco ya no quedará nada. Al menos, este reportaje, como otros que he sacado, quedará para la historia, mientras también se conserve. Se sabe que este “establecimiento” del Campillo lo explotaron “los Tejeros” (no se sabe si antes ya lo llevó algún otro), una familia de Mesones (aún siguen por aquí algunos). El primero de esta familia que aparece ya en el censo de 1860 (con la profesión de tejero”; el único que había en ese censo, por lo que no tenía competencia) fue José Sánchez Gimeno, de 47 años. Sus descendientes mantuvieron esta actividad en este lugar hasta mitad del siglo XX, más o menos, compaginándola con la actividad del campo (la principal que ha tenido siempre Mesones -aquí se incluye también a los ganaderos-). En este censo de 1860 está también su hijo José (José Ángel; en el censo electoral de 1890 y de 1910 aparece también como “tejero”), llamado y apellidado exactamente igual que su padre, nacido en Mesones en 1844. Después estaría su hijo José Sánchez Andrés y le seguiría el hijo de ésteFlorencio Sánchez Gil (1898), padre de José, Ángel, Rosalina y Ermelina Sánchez García, los Tejeros.



Vemos a la izquierda a José Sánchez García, “el Tejero” (conocido siempre en Mesones como “José el Tejero”), haciendo adobes. Descendiente de los “Tejeros” de Mesones, fue el último. Ya nadie continuó con este oficio en su familia ni en Mesones. Fue, también, pues, el ”último tejero de Mesones”. Por casualidad, se llamó también como el primer tejero de Mesones de esta familia.


El lugar en el que se instala esta “tejería” del Campillo estaría en la misma línea geográfica (y geológica) que donde estuviera la otra “tejera”, esta última un poco más abajo del valle del Isuela, más cerca de Mesones. Las dos a mano derecha de la carretera a Calcena, justo donde el terreno contiene arcilla, el material necesario para el producto final. Es así en todo el valle del Isuela, lo de estas “vetas” (mejor, capas o estratos).

 

Aunque la hay de diferentes colores y tonalidades: la de la Tejera es más clara y la del Campillo es roya; las tejas y ladrillos saldrían en cada sitio de diferente color. Esto lo vemos muy bien en las construcciones antiguas de Mesones (como sabemos también, lo mismo pasa con las adobas, como se llaman aquí, las hay de diferentes colores y tonalidades)Por encima de ese estrato de arcilla flotan” las rocas calizas del triásico, con las que se hacía la cal y el yeso, como ya vimos. Vamos, que Mesones lo tiene todo (hasta alguna mina de manganeso -un mineral muy raro-al lado de la Tejería -por el cabezo Royo-; debe ser lo de la tierra “roya”). Fernando nos enseñó una vez una cueva, de una de esas minas.



Tejados de Mesones, vemos las diferentes tonalidades de las tejas.






El agua necesaria para el proceso parece ser que la tuvieron pronto en este paraje del Campillo (este término se cita ya con los moros; ya nos dijo Alberto de dónde venía el término). Simplemente cogiendo la arcilla del suelo hicieron una balsa que se llenaba de agua cuando llovía bastante (ahora la emplea el ganado; hasta han puesto ahí, junto a la balsa, en la misma tejería, aprovechando las construcciones que quedanun vallado para guardar el ganado en determinados momentos; vamos, que ahora esta tejería ya tiene otro uso diferente)





Por aquí pasa también el llamado arroyo de Peñas Blancas (como pone en los mapas). Antes aún había alguna fuente, y junqueras. Hoy solo va agua cuando llueve mucho, y ya por los campos. En un principio hasta pudieron hacer algún pozo junto a alguna junquera (antes llovía mucho más, y por aquí aún no pasaba la carretera), donde podrían coger el agua para la “masada”.

 



GALERÍA FOTOGRÁFICA CON EXPLICACIONES



Localización de la Tejería del Campillo. En la que había dos hornos, un almacén y una balsa creada artificialmente tras coger tierra para hacer las tejas, la cual se llenaba con el agua de lluvia.


Vemos el Arroyo de Peñas Blancas al lado de la Tejería del Campilllo.




Vemos en el centro el primer “cuadrado”, los restos de un almacén, al cual se le ha puesto ahora en un lateral un cercado metálico para guardar ovejas en determinados momentos (vemos ahí las ovejas; aún no las había soltado el pastor cuando la “foto aérea”). Después están los dos hornos y, a la izquierda, la balsa. El rectángulo de más abajo, más cerca de la carretera, es una pila de uvas, de cemento (para que no se escapara el mosto); aquí en Mesones las llamaban “pesos”, porque era donde se pesaban las uvas al descargarlas.




Los dos hornos y la balsa


El hueco de la balsa fue hecho artificialmente al coger la tierra de esa zona para hacer las tejas. Una vez que se fue haciendo más grande se convirtió en una balsa que se llenaba de agua en época de lluvias. El ser la tierra arcillosa permite que no se filtre el agua y pueda existir esta balsa. Tierra y agua son los dos elementos fundamentales para trabajar el barro, todo en su justa proporción.


El trabajo en las tejeras o tejerías empieza con la preparación del barro, el material empleado para obtener el producto, limpio de piedras. La arcilla debe mezclarse con tierra, ya que al ser más “fuerte”, más mineral, se rajarían las tejas. Al someterse al proceso de “cocción”, tras secarse en un principio, se obtiene un producto duro, resistente y “sonoro”. La tierra extraída de este lugar, donde hoy está la balsa, quizás, podía ser suficiente ya directamente para hacer el barro, dado que es ya una mezcla de arcilla y tierra, que es lo que se requiere. Por eso, por esta zona no existe ninguna cantera de arcilla como en la Calera. Si el barro contenía más arcilla de la cuenta siempre podríacoger tierra de una parte más arriba. La elección de este lugar para esta tejería pudo ser, pues, por esto. Aquí ya tenían todo lo necesario (en cuanto se llenara la balsa; antes, como ya he dicho, igual hicieron algún pequeño pozo en el “arroyo”). Los “viejos” de antes ya sabemos que eran muy listos.


Ahora esta balsa de agua es utilizada por el ganado ovino de Mesones






Ahora con el barro ya preparado ya se puede comenzar la fabricación de las tejas. Se moldea el barro sobre una mesa de madera, el tejero espolvorea tierra seca para impedir que se peguen las tejas, y con un marco (molde) y un rasero, y una pileta para mojar, se empiezan a hacer las tejas metiendo el barro en el molde, que alisa con sus manos ajustándolo con el rasero hasta que queda uniforme. Seguidamente lo deja caer sobre un molde de madera con la forma característica de la teja, dejándola a secar al aire libre. La teja debía ser más fuerte que el ladrillo por su exposición mayor a las inclemencias. Para ayudar a secar las tejas se ponen en grupos de 5 en vertical, poniendo una de ellas en diagonal sujetando a las otras cuatro. 


Con el rasero se dejaba uniforme el barro del molde


El tejero amasa el barro en el molde con sus manos, con el rasero lo deja uniforme y nivelado, para seguidamente pasarlo al molde (que tiene la forma de una teja), desde donde se lleva a secar.


El tejero saca la teja del molde, y la deja caer al molde del ayudante (que tiene forma de teja), donde se curva y coge la forma de las tejas, y ya se lleva a secar, retirando el molde, el cual se vuelve a utilizar para el resto de tejas que hace el tejero con la masada.




Con el molde, la teja recién hecha se lleva con el resto de tejas que se están joreando, quitando el molde seguidamente, quedando ya la nueva teja con su forma final. Era muy importante el buen tiempo, pues el aire y sobre todo la lluvia podía estropear todo el trabajo, pudiendo arruinar todas las tejas recién hechas.


Tejas puestas en posición vertical, para que se oreen más rápido. Una vez que se han secado las tejas o ladrillos hechos a mano y han perdido la humedad, toca cargar el horno con las piezas ya secas, que los tejeros denominan encañar, que es colocar las tejas en el interior del horno dispuestas para la cocción. Se ponían derechas en vertical, unas encima de otras. Al ser más anchas de un lado que de otro, las filas de tejas se alternan para que no queden huecos y no escape el calor. Las únicas cavidades que quedan son las llaves, unos tiros que avivan el fuego e impiden que se ahogue la fuerza calorífica del horno. Las llaves son los huecos abiertos en la plataforma donde se apoyan las primeras filas de tejas en el horno, y debajo de esta plataforma se mete la leña para el fuego.

El horno está construido con adobes del propio barro. La capacidad de una hornada se aproximaba a las diez mil tejas, que deben ser colocadas minuciosamente para impedir que se quiebren durante el proceso. Una vez colocadas hay que ir cerrando todas las vías de escape. Hay que tapar la puerta para que no se escape el calor, que es por la que se introducen las tejas al horno. Entre capa y capa de tejas se esparcía carbón de piedra, con ello se pretende equilibrar el cocimiento de la partida en todo el horno, evitando que las tejas de abajo se quemen y las de arriba queden a medio cocer.





Vemos en la parte baja del horno la boquera, por donde metían la leña. El horno debía estar encendido 20 horas. Cuando había cogido temperatura se cerraba la boquera con barro, para que no se perdiera el calor y la cocción fuese uniforme.


El abandono de las instalaciones ha hecho que la boquera del horno esté cegada.




Colocación de las tejas en el horno


Vemos cómo entre piso y piso de tejas metían carbón de piedra para equilibrar el cocido en toda la hornada. Se iban subiendo pisos de tejas hasta que se completaba la altura del horno. Vemos también las “llaves”, los tiros que avivan el fuego e impiden que se ahogue (esos huecos entre tejas enfrentadas).




En ocasiones, no sólo se metían tejas en el horno también se introducían ladrillos y baldosas.










Antes de terminar de llenar el horno de tejas, en los momentos previos al encendido, los tejeros desmontan la estructura provisional del tejado del horno liberando la salida de humos. Algunos tejeros en la penúltima capa de la hornada la componían de ladrillos macizos ordenados, con una serie de huecos por los que respirará el tiro del horno.


Vemos el interior del horno, donde hay una especie de plataforma, quedando un hueco entre el suelo y ésta, que sería donde introducirían la leña a través de la boquera del horno. En dicha plataforma se iban depositando las tejas hasta completar la totalidad de la altura del horno. Se observan los agujeros o rajas que servían de tiro para el fuego de la parte inferior, donde se quemaba la leña.


Se observa la puerta por donde metían las tejas al horno, así como la “reciura” (anchura) de las parades del horno de tejas (también se podían hacer aquí ladrillos y baldosas) hechas con adobes, con varias filas a lo ancho. Además, toda la estructura alrededor se forraba después, como vemos, de piedra (para proteger la “adoba”; en este terreno es de rodeno, vamos, roja o roya, como la propia tierra y las “adobas” -por Andacón son blancas-). Y por dentro, como vemos en las “fotos”, se lavaba todo con yeso, con varias capas. Por aquí, desde luego, no se escapaba ni una “caloría” (vamos, para gastar menos leña). Con un tejado bien hecho esto sería como una cueva, vamos, para vivir bien aquí todo el año (con una “doble ventana” y una buena puerta, claro).


Vemos la “reciura” de las paredes del horno


A la derecha está la puerta del horno por donde se metían las tejas, o el producto a “cocer”. Una vez el horno lleno de piezas (vamos, bien aprovechado)esta abertura debía cerrarse muy bien para que no se escapara el calor. Se cerraría con ladrillos y barro, y que una vez terminada la faena se podrían retirar fácilmente. Lo mismo pasaría con el tejado del horno. Habría alguno provisional para que la lluvia no estropeara por dentro la estructura, que se desmontaría en el momento de encender el horno, para que pudiera respirar la “cocción” por todo el cuadro en el proceso (que el calor fuera uniforme en todo el interior) y el humo tuviera algo de tiro para que el fuego no se apagara. Como vemos, todo tenía su explicación. Y cualquier fallo en este proceso te podía hacer perder toda la hornada, vamos, todo el trabajo de muchos días.


Se desmonta el tejado del horno antes de encenderlo


El tejero cerraba definitivamente la entrada del horno con una capa de ladrillos macizos planos dispuesto a modo de tapadera. Después se lavaba con barro para que no saliera el humo por la puerta y el calor, barro que debía llevar paja, ya que si no se abría. Luego se cubría la puerta con un barro fuerte como el que usan las golondrinas para sus nidos, siendo la última labor antes de encender el horno y que comenzase la cocción.




Para el encendido se utiliza paja, leña y carbón de piedra como combustible. El horno estaría ardiendo durante 20 horas, si se utilizaba carbón el tiempo se reducía a la mitad. Una vez que el horno alcanzaba la temperatura de cocción, mantenerla estable era determinante en la evolución del proceso de cocción. Ya que un descenso del calor impediría que el barro se cociera, y un aumento desmedido provocaría alteraciones en la forma, el color y la densidad de las piezas.




El humo sale por la parte alta del horno


Cuando el tejero considera que en el interior del horno los grados de calor son los apropiados para mantener la cocción, se tapa la única abertura que quedaba, la boquera o puerta del horno por donde se introduce la leña, para que no se ponga negra la labor (las tejas), que haya temple (temperatura homogénea en todas las partes del horno), que quede el temple bien preparado. Después de cuatro días y cuatro noches con el horno totalmente cerrado, el combustible ha ardido más despacio y el calentamiento ha sido homogéneo en todas las capas de la hornada, y conforme ha pasado el tiempo el barro ha ido modificando poco a poco su estado.


Se cierra la boquera o puerta del horno


La puerta del horno ya se ha cerrado. Ahora toca esperar cuatro días con el horno totalmente cerrado, el combustible arderá más despacio y el calentamiento será homogéneo en todas las capas de la hornada.




Se sabe que está cocido por el color que pone arriba la labor (las tejas o los ladrillos, como en este caso).


Para concentrar el calor, el tejero extiende hierba y otras materias orgánicas sobre ladrillos candentes.


Una vez pasados los cuatro días con el horno totalmente cerrado, se procede al vaciado del horno y a ver 
el resultado del largo proceso. Se extraían las tejas de 6 en 6, organizando el recuento y la disposición de las piezas por grupos de medias docenas. Ahora ya sólo quedaba venderlas. Este oficio ya ha desaparecido, una ancestral ocupación que tuvieron algunos mesoneros.












Si se hacía mal la cocción las tejas se quemaban y había que tirarlas todas, como las que vemos. Por eso había que estar muy atentos a la cocción pues un despiste arruinaba todo el trabajo.




Restos de tejas desechadas

























Almacén de la Tejería a la que se ha anexado un cercado para guardar las ovejas.



A mitad de los años 90 del siglo XX, la teja se vendía a 24 pesetas, a 22 el ladrillo y a 80 la baldosa, como vemos, un negocio poco rentable en ese tiempo para algo hecho “a mano”. En cuanto las “industrias” mecanizaron todo, el oficio artesanal de las tejeras, tejerías o tejares (como se llamaban aquí, como hemos visto, en Mesones) desapareció ya por completo.

Refrán de los tejeros: “Tejero, ¿qué ganas por jornada? Si no llueve, un poquito, y si llueve, nada”.

Para la confección de este artículo, se ha consultado la documentación y vídeos sobre tareas tradicionales de Eugenio Monesma, de los que se han hecho capturas para explicar el proceso y hacerlo más comprensible al lector.


Comentarios

  1. Muy bien explicado todo. Parece como que ya podríamos empezar a hacer tejas.

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